Franco Castillo

Famélico

Heme aquí, abriendo mi teatro a las 4:00 am. Créeme que a esta hora hasta la oscuridad me teme.
Tú, que con nadie te encariñas, ¿Me concedes otro baile? Porque me leíste entre líneas y yo a tí te leí en braille.
Préstame tu sombra, lumbre del hombre lúgubre. Donde nadie lo nombra, urbe de soledumbre. Sediento y muerto de hambre mama sangre de sus ubres.
Si el otoño despoja a lo arbóreo de envoltorios, mi alma se deshoja ya que sin lo corpóreo no hay velorio.
Entre bienvenidas y portazos me equilibro, como la paradoja de la última hoja de un libro.
Cuando no poseo nada es que tengo de sobra. Cuanto más opaca mi mirada, más brillo habrá en mi obra.
Disculpa que no pueda darte asilo en mi atelier, hay un amor ocupa y ermitaño que hace años que me debe el alquiler.
No pido más que paz, luz y justicia. Así me ves aquí en la cruz, mientras el juez le trae a Barrabás buenas noticias.
No es huelga de hambre si me fagocito y luego regurgito, porque el monstruo en el que habito nunca sacia su apetito.