Franco Castillo

Síndrome de Estocolmo

La cortina henchida por la brisa suspira lo que callo. Me aventuro en ríos turbulentos pero encallo.
Me canso y te agoto. A la espera del remanso con un remo roto.
Ojalá fuese color y no dolor el que se plasma, pero nadie me dio más seguridad que mis fantasmas.
¿Cómo eludir ese canto de sirena? Si posee la misma voz que la experiencia.
¿Cómo destruir un eslabón de la cadena? Si la fabriqué con toda la paciencia.
Desde el preciso instante que nació mi descreencia, cumplo de penitencia ser constante intermitencia.
Y heme aquí, de frente a la heladera, mi inminente competencia. Terreno en el que destaco, no por ser una eminencia sino por mi incompetencia.