JuacoH

El alma que no muere

El alma que no muere es difícil de encontrar,
Se esconde tras las estrellas y el reflejo de la luna.

Huele a incienso y jazmines,

A lavanda, poleo, hierba buena, caléndula, hortensias;

a fruta madura, a monte con media luna,
a tierra húmeda de madrugada.
 
El alma que no muere besa e incendia.
Le disparan, le apuñalan, le dispersan,le separan. 
Ella encuentra tierra para sembrarse,
Para retoñar, para florecer, para nacer.
Alimenta abejas de montaña,
pinta campos marchitos,
colorea casas de bahareque muerto.
 
El alma que no muere no abraza,
Ella arropa el cuerpo y el alma con trenzas de seda,
Con pétalos perennes,
musgos eónicos,  
con líquenes oxidados.
Ella lleva primaveras tatuadas,
cantadas,
Ella, como la mano del campesino labriego,
Dispersa semilla,
facunda la tierra y se hace vida.
 
El alma que no muere no tiene miedo,
Contagia valentía al que perdió el rumbo.
Llena de recuerdos el pecho, 
a quien esta muriendo de olvido. 
Ella no se preocupa por la oscuridad,
Ella ilumina la desesperanza.
Teje sueños con agujas de utopías.
Ella lleva un sol en su extensión,
Recordando al mundo que si te envuelve una sombra,
Es porque existe luz que la proyecta.
 
El alma que no muere no le importa llorar.
Riega jardines con sus lágrimas,
Arrulla el alba con llanto arrebolante,
Llora de felicidad,
Llora en los reencuentros.
Humedece almas muertas, 
Para que reverdezcan de nuevo.
 
El alma que no muere ama,
Con locura, sin fronteras,
Sin medir riesgos o consecuencias,
Entregando cada pedazo de poesía,
Cada línea que grita el pecho,
Con llamas y volcán.
Ama aun cuando amenace con riesgo de no salir ilesa.
 
El alma que no muere es resiliente. 
Juguetea con la muerte,
O con la vida,
Que a veces viene siendo lo mismo.
Corre con las venas de la tierra,
Respira con los ecos de la selva.
El alma que no muere recuerda,
Hace de la memoria cicatrices,
Y de las cicatrices memoria.

Así que, acá estoy,
Junto a mi alma que se resiste a morir,
Escribiendo con todo el fuego que me queda a la vida,
Para no llenarme de lúgubre muerte.