Casta

No sabría cómo explicarlo.

No sabría cómo explicarlo, 

de repente me temblaban las palabras 
y por nervioso reía, 
mientras caminábamos por un lugar sin tiempo que desde entonces por dentro 
ya empezaba a nombrar hogar.

Cualquier causa era justa para acudir al tacto, 
al delirio,
todo roce de dedos era un baile formal, 
un abrazo por dentro,
y yo que andaba por ahí dando pisotones en cualquier mano.

Redujimos todos los poemas a miradas silenciosas en el Jardín Botánico, 
a aparcar cada 30 metros por las aceras omitiendo cualquier pregunta acerca del mundo, 
de definir la magia, los deseos, nuestros cuerpos. 

Mis sienes gritaban por dentro “te quiero” después de cada dos minutos con ella y yo me hacía el sordo, 
quizá fue por eso que sin notarlo, me grabé de memoria su risa joven, esa que pedía a gritos sentir un poco,
sus ojos pequeños 
que se sonrojaban con la sinceridad de un niño, 
su manera torpe de delatarse, de reír por todo, 
pronunciaba mi nombre y me invadía el orgullo, la dicha,
por dentro sentía un eco 
-“Te había inventado tanto”.-

de repente sabía todas sus risas, 
sus nudos.
Sus sueños al hablar de política, 
sus ganas de tararear a Silvio, 
sus flores, 
sus palabras medidas, 
con qué mano jugaba y con cuál tomaba el café,
las maneras que tenía el viento de despeínarla,
cómo se emocionaba y miraba los arboles con la fe de quién cree en la libertad 
y me pintaba una revolución en las nubes y silbaba pianos
y ponía en cuarentena mis temores,
y me decía que Galeano hablaba de fútbol, 
solo para notar que estaba con una muchacha 
en un Domingo de partido, 
entonces quise explicarle sobre ir a la cancha, de Messi y del fuera de juego 
y sentí el temblor no en la palabra sino en los huesos.

fue porque yo traía una tristeza entre ojos y nadie la pudo ver si no ella,
por que yo no sabía ir más lento y ella me hizo lugar en su abrazo 
y me enseño sobre el dulce vértigo de una caricia en el alma.
porque me regalaba un silencio 
que tenía la tranquilidad de un abrazo de madre,
silencio que dejaría en ridículo a cualquier piano.

Porque yo siempre miraba a los mismos sitios, siempre al frente, 
y ella un día me dijo: “..mira arriba, que el universo siempre tiene un regalo para nosotros” , 
entonces ella levantaba la vista y yo la miraba,
y así entendía un poco más a qué se refería.

Es porque me ha querido con la música que traigo de fondo, 
algunas veces triste, otras cansada.
porque nos conocimos por dentro como quienes se miran a los ojos y lo saben,
y no hace falta preguntar qué,
sin los conflictos de cualquier amor de Whatsapp, 
sin las dudas corriendo por las piernas cualquier noviembre atravesado
y sin arrancar las flores para experimentar sobre el daño.

Es porque sin haber Sol 
tenía toda la luz estando a su lado
y en los días oscuros me buscaba 
como una luciérnaga sola 
que se niega a parpadear aunque nadie la mire.

Es porque sus pies me han salvado de muchas luchas conmigo,
y me ha sabido libre a pesar de los daños,
y me ha entregado todo lo que uno siempre se guarda,
y me ha guardado a muy adentro suyo.

Es porque se mostró toda, una sola,
y me enseño que del amor se aprende
andando en la calle y de cualquier gente,
que no hay amor mal dado
sino exigencias del ego.

Porque los días fríos no fue sólo el sexo,
la huida fácil a la basura que deja la rutina,
a los monstruos que salen por la espalda,
cuando desconfiamos de todo, hasta de nosotros.

Porque nunca se supo musa,
ni me exigió letras, 
ni se tapó la cara,
ni me trajo excusas.

Porque se sentaba conmigo 
en los lugares donde la soledad hacía daño
y sin saberlo
me ayuda a saldar mis propias deudas.

Es porque su voz no tiene sonidos sino paisajes de otoño,
de vueltas a casa,
de reencuentros.

Porque tenía la risa descalza,
y jugaba conmigo,
y me enseñaba a mirar distinto
los días grises
el cielo-raso. 

Su manera de insistir en preguntarme el nombre para nuestros hijos
y que yo sonría nervioso y pase la pregunta.

Porque cuando me besa 
no hay ansiedad
ni circo de fantasmas
ni lluvias peligrosas
y cuando me toca 
nos empapamos en tacto
nos guardamos el olor 
como perfume de paz
y pasamos el día
con los poros llenos nosotros.

Como la luna que aprende a llenarse sin olvidarse menguante.
Como la sombra que sabe que siempre hará falta que algo que algo le alumbre.
Como la lluvia sabiendo que escampa pero que dejará charcos.
Como que la poesía, sabiéndose muda solo se pueda leer en voz grito.

Camino en mi hogar, este lugar sin tiempo.
Sonrío como las primeras veces
y me tiembla el alma.
No sabría cómo explicarlo.