Noelia Maya

YA NO PUEDO MÁS.

Ya no soy el mismo de antes

cada vez puedo menos

y siento más.

 

Ya no hay más amores

por los cuales suspirar,

ahora sólo hay dolores 

por los que se ha de agonizar. 

 

Mis rodillas crujen

como las bisagras de una puerta oxidada, 

como el chasqueo de los dedos, 

y como las gotas de agua.

 

Mis pies me duelen 

de tanto soportar el peso de mi cuerpo.

Mis pies me arden

tal cual como si me pusieran hielo

y lo dejaran reposar hasta la eternidad.

 

Mis hombros están cansados,

me siento como un burro de carga

de aquellos que no descansan

ni beben agua. 

 

De mi cuello escurren gotas de sudor

que son el signo de mi esfuerzo

y dedicación. 

 

Pero, ¡Ya no puedo más!

 

La vejez me lleva a la oscuridad,

una oscuridad tan profunda y tan lejana.

¡No me quiere dejar caminar!

 

Soy un pobre viejo

que sale de su casa a trabajar

para ganar unos centavos...

para ganarse la poca vida que le queda. 

 

Mi vida la he pasado con mi esposa

en una humilde choza

y, si preguntan por mis hijos

ellos ya se han ido, 

tomaron un camino lejos del mío,

e hicieron el suyo para crear su destino. 

 

Pero, ¡Ya no puedo más!

 

Mis piernas

ya no pueden recorrer caminos cortos

porque sienten que son largos

aún sabiendo que son tan sólo una pequeña distancia de un mar lejano.

 

Soy un pobre viejo

que sale de su casa a trabajar.

Soy un simple zapatero

con una edad muy avanzada.

 

Ya no veo jubilación 

pues para mí no hay.

Aunque quisiera

me debo de aguantar.

 

Tengo artritis y Parkinson en mis manos,

y aún así,

dependiendo de todo,

trabajo.

 

Extraño mi juventud,

a mis hermanos, 

a mis padres,

y a la destreza que tenía antes.

 

Como todo viejo,

extraño poder saltar bardas,

correr por desiertos

y escalar montañas.

 

Pero ya no puedo,

la vejez no me deja caminar

aún cuando yo me arrastre por la arena

siento cómo me jalan unas cadenas 

llevándome a una oscuridad

tan abierta y tan cerrada,

tan profunda y tan inmensa.

 

Mis ojos ya no ven con claridad

uso anteojos, pero ¡¿Qué más dá?!

soy un pobre viejo

que ya no puede más.