Daia17

Cómo la miel.

Se estremecía

con solo pronunciar su nombre.

Y en su libro permanecía la rosa,

que aún conservaba la dulzura en sus pétalos.

Él estaba en su piel,

en sus manos que lo acariciaban,

él  era miel.

Lo podía encontrar en el perfume de cada mañana,

en sus ansias,

en sus desvelos,

en cada sonrisa repentina, 

Y en el latir de su alma.

Encendido en sus pupilas

y en casi todo su existir.