ErC

Camino del pecador

Crueldad escurre en los escarabajos egipcios,
se arrastran por la arena incontable
donde mueren en un suicidio los oasis,
el azul griego se extingue en el pasado,
queda sólo un poema que lo describe.

De rodillas camina el pecador por la luz,
en la penumbra agoniza pero no muere,
el pecador tartamudea ante el capullo
y sonríe cundo en su eclosión surge la mariposa,
mariposa del Armagedón al aletear
surgen las sinfonías inertes.

Los ríos se secan al apreciar el rastro del pecado,
los nombres milenarios tiemblan,
el Amazonas empequeñece, el Nilo muere,
el Sena se vuelve Negro, los otros son frontera.

La canción del mar se transforma en óbito,
la guitarra ya no llora, ahora gime, aúlla.
En esa agonía constante en la que se hunde el pecador
las rodillas sangran, la luz es menor, el bramido
se convierte en algo puramente eterno.

Siglos de muerte, de congoja sempiterna,
después de extinguir la hoguera vital,
la muerte sacia sin cesar, sin caer, sin olvidar.

Entre larvas cenizas y gusanos tristes,
el narciso desaparece, el egocéntrico no encuentra,
nadie se ve. Todos se vuelven ciegos, eternos ciegos.

La nula vista ayuda al arrastre del pecador,
compite contra la oruga que aún no llega a su fin,
los lobos arcaicos lo muerden, pero no lo matan.
Entre cuervos y águilas absorben la sangre
como si en una metamorfosis fueran ahora sanguijuelas.

La vida lucha, pero jamás resiste,
el pecado sobrevive. En su éxodo
no hay un génesis, no alcanza el fin,
la consumación del ser se marchita
como una promesa incumplida.