Si a un desconocido por el camino viejo encuentras,
siéntate con el y cuéntale una historia,
hasta que la culpa y la desdicha de ambos desaparezcan
mientras lejos brillen las luces de Popáyan,
llévale algún recuerdo en su memoria.
Tambíen pídele que cuente su historia,
éscuchale atento, palabra, palabra, hasta el final
y ya cuando la luna cruce pubenza,
da un saludo formal y gracias al destino.
Tomaré mi rumbo, me despido,
no sin desearle un buen viaje mi amigo.