El Cid Campeador

Sapo negro debajo de la cama

Hoy volví a ver al sapo negro. Debió pasar algo porque vino muy en la tarde a posarse como siempre, abstraído bajo mi cama, viendo directo a mi cara, revolcándose como una jalea en todas mis pesadillas, cómplice y unánime. Hoy me vestí a prisa, lo sé porque sudaba, y sudaba porque en el espejo mi piel brillaba. El sapo negro debió saberlo, me vio llegar temprano y echarme a perder.

Algo debió suceder, porque sudaba y sudaba. Cuando vestí la ansiedad me quedó puesta al revés, al salir de prisa supe que llevaba algo de la mano, creo que volví pronto, algo debió suceder, se me secaron las palabras, y así se quedan atragantadas, no salen. El sapo negro me insinuó algo antes de desparecer entre la niebla de la noche larga, algo de llevarlas a enjuagar, lo cual explicaría esos charcos que se me han hinchado en los costados, entre el decir y el no decir. Algo ha venido sucediendo por eso de que el sapo negro ha venido a otra hora, y me ha dejado unos hilos de baba brillante entre el cielo y la tierra.