Francisco 1987

En el muelle de San Blas

no paraba ni para descansar
aullaba sus males de ultramar
en su mirada la soledad yacìa extendida
toda una vida por la que llorar
ensimismado de tanto saberse uno
con tanto humo y lastre en el pecho
sin derechos y con la cuesta arriba
su majestad rondaba por los hospicios
mas indecentes
ausentes y presentes
a la hora de almorzar y morfar
un par de alicates
sobrevalorado en las fiestas y en las
ecuaciones mas austeras
plañideras y racionales
de estaciones pluriculturales
esperando el sàbado para desgañitar
las flores y cerrar un ciclo
que hace tiempo
abriò