José Antonio Vilela Medina

Estimo que ella no sabía

Estimo que ella no sabía

de mis intenciones,

porque la vi llorar,

y su alma, como un

cristal a punto de quebrar

terminó por despedazar.

 

Leí una vez, que quien

a un alma entristece

condenado al infierno,

al inframundo merece.

 

Mis palabras, mis caricias

no llegaron a consolar,

cuanto más estaba

más sufría, más se afligía

más se apenaba,

nada la hacía cambiar.

 

Decidí levantarme

retirarme y dejarla

con su llanto,

con su pena en el crisol.

 

Ora, por no saber ella, de

mi estimable sentimiento,

¿Iba apartarme de su querella?,

!no¡, más bien, yo, si se pudiera

trocaría su dolor por belleza.

 

Y decidí así como la sombra

permanece reflejada, muda,

cercana y a la vez no tan cerca

seguiría sin que ella lo

lo supiera  a su lado atento

a sostenerla, abrazarla,

cobijarla a rezar por ella

mientras  duerme.

 

Y tal vez quizá, aquel crisol

se convirtiera en un bol

un cuenco donde su alma

al fin pudiera estar en calma.