Gilbert Mervilus

Nuestra «Diosa» de siempre...

 

Recuerdo Adorada Vecina,

«me dormí con la fragancia de tus plantas

y el perfume de tu cabello»;

 

me ofreciste café,

cuando me echaron por la ventana;

 

también recuerdo

el café de tu mirada,

el café con tu mirada;

tu mirada de café, entre sorbos y suspiros;

 

ahora, encadenado y aplastado,

me estoy desesperando, Adorada Vecina,

por refugiarme,

debajo de tu cama,

tan cerca del Ozama y tan lejos del mundo...