AliciaTorres

El Ășltimo tango

Mientras las manecillas del reloj alcanzaban la fatídica hora, sus largas y estilizadas piernas de marfil bailan al son del lúgubre órgano que con sus teclas roba su último aliento, destinado para otro errático amor. Cada hebra de su cabello destila melancólicas elegías blanco y negro, saturadas de recuerdos sepultados bajo el yugo de su pecho fragmentado. Su risa diáfana la rescataba de ahogarse en sus lágrimas cristalinas, que como hojas de un árbol en otoño se desprendían remarcando el contorno de sus pómulos, dejando brillantina salina bajo sus dañados párpados y lagrimales.
Lo que de una danza se trataba de tornó en una contienda hombro a hombro a manera de un amargo tango, destino vs diablo, herida caucásica de un hombre sin rostro ni Dios.
El telón bajaba a razón de centímetros por hora, sus largas piernas se encontraban ya cansadas de recorrer el escenario sin recibir aplauso alguno, sus puntas, desgastadas, usadas, devaluadas a desecho, ya no soportaban una giro más, sin embargo su tutú seguía adherido al talle que una vez robó suspiros, mismos que hoy pierde a su merced. Con la espina dorsal aforme y las vértebras desencajadas, la misma muerte la observa desde los palcos, con boleto en mano y pasaporte esperando, sin más ni nadie espera el último recital, que sin aplausos culmina con el silencio de mil ovaciones para el tango de la muerte.