Juliana Agredo

SIN FUEGO

Me reviento,

me desangro,

me desplomo,

me destruyo,

me reconstruyo.

 Y empieza, como nadie, cuando se despierta con el primer haz de luz que atraviesa la ventana y destruye todos los vidrios rotos y quedan hechos polvo y no queda nada. 

Queda esa inmensidad convertida en vacío,

queda la ventana,

sin vidrios rotos,

sin vidrios,

sin que proteja del frío dentro de la casa.

Sin vidrios las corrientes de aire entran y salen, deshielan el fuego y el fuego lo consume todo. 

La cama en primer lugar es consumida bajo las cobijas, la madera de los asientos se tizna, se vuelve negra y ya no es posible sentarse nuevamente donde las piernas antes quedaban abiertas y caían cansadas. 

Ha quedado todo en cenizas, no hay lluvia que proteja de la ciudad, no hay abrigo que nos proteja del frío.

Las ventanas, todas, caen al suelo y son las paredes quienes cuentas historias. 

Polvo y ceniza.

Llega el primer haz de luz en la mañana.  Nadie despierta, la ciudad yace en silencio.  

Parece que las cenizas consumieron todo lugar,

todo polvo, toda calma, toda silla, toda ventana.