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Vocablos sin sentido

Quiero morir y querer, ser tal vez el ruiseñor que alegra el alba en lo grisáceo del mundo,
no encuentro lugar en este pandemónium; bailo y canto pero no me sale, no lo hago bien.
Soy  de ese porciento de la población que sólo piensa en lo poético del suicidio,
que lee la muerte de su escritor favorito, de su cantante favorito, de su persona única. Diferente.

La depresión no encaja en esta melancolía, la familia se vuelve una completa fantasía, parte de la realidad.
Volando llego a lo alto del cenit, pero sólo mí alma lo logra, mí espíritu se queda en el limbo
junto a las personas muertas.

Tal vez esta noche termine con un balazo en la cabeza como  Kurt Cobain.
Tal vez esta noche tome cien pastillas de diazepan, mi sistema se paralice, mi muerte llegue como a Pizarnik.
Tal vez esta noche acomode una cuerda en el centro de la habitación  y me cuelgue cómo lo hizo mí tío.

Tal vez invente una nueva forma de encontrar el suicidio más poético entre un verso que sea sincero.

Escucho al lobo que canta un tango aullador, la Luna le sonríe, voltea, me llama, me pide que vuele. Las estrellas se acercan en su distancia de luz, contemplan mis movimientos sigilosos entre personas mediocres, falsas con sus mascaras de mil sentimientos.

Sociedad patética, busca encontrar la fórmula para sostener una ciudad de paz, cuando el planeador en el que vamos no puede frenar. La violencia es el pan, la codicia el vino, la soledad la paz.

Las drogas caen en una lluvia de sinceridad, nubilosa mí visión después de probar, se sentirme mojado por la ilusión de encontrar la inmortalidad, en algún texto donde muere  mi ansiedad y resucita esa parte que me hace ser diferente a los demás.

Veo en la transparencia de mi cerveza el tiempo que combate mis miedos haciéndolos más fuertes, ese temor a la vida se enciende, creando una hoguera infinita entre aluviones y auroras, entre verdades y mentiras, entre besos y golpes, entre mi vida y la muerte, con prisa.

Gotean mis lágrimas ahogando el vaso, llenando el cauce que desemboca al mar de mi sufrida soledad. Soledad no de compañía, sino, soledad de la verdad. Porque la inspiración no llega y no puedo escribir más. Sólo pienso en vocablos sin sentido que se desquebrajan en el viento finito, en palabras suicidas que mueren sin ser escritas, pensamientos tan complicados que no pueden ser plasmados. Así se llena el mar de mí soledad, con lágrimas y palabras inexistentes, que se van.

 ¡Alejandra, ya llévame! quiero estar contigo en ese paraíso de sufrimiento, donde la prosa es lo que da sentido y la poesía sale de los poros por cualquier motivo.