Dante Verne

Enemigo íntimo

Ajeno a mi destino

me aferro con pies de prófugo

a esta verdad de mí mismo que soy.

Ay, gran enemigo,

que revelas en la mirada de otro

la espina dorsal del abismo,

mi abismo propio,

certidumbre de espejismos

que me precipita o me yergue,

y luego reposa en el muro descarnado,

en el muro íntimo que se pierde

dentro de un gran laberinto

dentro de otro.

Fría estrella de llama fría que vivo,

que se disuelve en vacío,

hiriente vacío de masa inerte,

hiriente infinito,

hijo ardiente del tiempo consumido.

Ay, prófugo enemigo,

huye, pero vuelve,

sin ti, la guerra no tiene sentido.