Esteban Mario Couceyro

Madame Mariné

Madame Mariné

paseaba su pena

esa mañana

a la vera del Sena.

 

La viudez

no se pegaba

en su realidad

no podía

concebir

la ausencia

de Pierre

tras cuarenta años

su único esposo.

 

Las nieblas

del avanzado otoño

daban esa irrealidad

que su mente

consumía.

 

Sobre la baranda

que daba al río

ignorado

un cuervo en su negrura

tal como ella

quieto

sin reflejos

la dejaba pasar

de negro

un sombrero ancho

y ese paso lento.

 

Vio el cuervo

como se perdía

en la niebla

esa mujer viuda

vestida de negro

como sus propias plumas negras.

 

 

La brisa

empuja la niebla

dejando el paseo desierto

iluminado

de sol tibio

mientras el cuervo

mira

por el río

alejarse una mancha negra

agitada por la corriente.

 

El cuervo

dando graznidos

se aleja en un rápido vuelo

por sobre el río

en la mañana

de ese fin de otoño

de París.