Enrique del Nilo

SOMBRAS DE LA CIUDAD

 

 

 

Oye me pasas un papo,

¿queres una mamadita?

déjate algo, no seas mamón,

o vení a mamar esta

 

En la esquina formada

entre calle indiferencia

y avenida las estadísticas mandan;

encontrarás una mirada escondida

entre unas telas de araña,

lagañas, lágrimas…

y si pones atención

uno que otro espermatozoide;

lleva tras de si

y le persigue como huella

un penetrante olor

producto de la combinación

de sudor, orina y otras secreciones,

propias o ajenas, la tierra donde se revuelca,

la lluvia con que se baña;

todo lo cual genera una peculiar fermentación

de esas que la alta alcurnia rehúye

y los periódicos niegan

 

Va pescando una moneda

con que hacerse de una piedra,

una línea de coca es demasiado para ella;

quizá un purito de marihuana,

o al más no haber un chupón de thinner o pega

 

Levanta las colillas de la acera

mientras insulta a quien al botarla la patea;

uno o dos jalones a la brasa,

el consabido golpe

para recrearse con las hileritas de humo

que desde su desdentada boca

se van izando pretendiéndose nubes

 

No le importa al mundo

¡ni el mundo le importa a ella!

la gente solo es un medio

para conseguir monedas

que le patrocinen

su ya permanente inconsciencia;

es consciente que nadie regala nada

y por lo cual regatea

con sus favores sexuales;

duerme donde el sueño la somete

y come, cuando tiene hambre,

lo que a su alcance encuentra;

no atiende a los conceptos estereotipados

de pudor, propiedad privada,

orden, decencia

y otras tantas hipocresías con que se nos amarra

 

Desapareció del radar social,

no tiene nombre ni dirección,

no paga impuestos,

no tiene facebook ni whatsapp

no tiene seguro,

ni previsión social;

por eso no les interesa

ni a políticos

ni a las franquicias de marketing,

pero siempre le veras con una sonrisa

pues al segundo de ultrajarte

te extiende la mano,

te tira besitos

suplicando le dejes

aunque sea centavitos

 

Como el pajarillo es parte del paisaje,

como un perro callejero,

que habiendo nacido

para las vitrinas, los escaparates,

un puesto de trabajo,

rigurosa rutina,

violaciones complacidas,

para tener estatus

para tener familia;

renunció a todo

y se vino a esta esquina

donde cada que paso

le veo, la contemplo,

y mientras los vecinos

le escupen, la corren,

la golpean… resumiendo ¡le temen!

 

Mi conformismo,

disfrazado de deber y de fe,

remojado en pretextos

y sazonado en excusas

le expele toda mi envidia

en un furtivo y forajido pensamiento:

¡quisiera ser como ella!