Ángel Plaza Simón

A vuelapluma

No puedo evitar querer a las personas que quiero como las quiero, ni quiero evitarlo. Y eso no me despersonaliza, ni pongo en manos de nadie mi felicidad, ni me anula, ni nada por estilo: soy más completo compartiendo, soy mejor persona junto a otra persona, soy más pleno, más perfecto, más feliz.

Es mentira que estar sólo, y acudir a los otros a ratos como amigos con derecho a roce, es mejor: todos estamos formados por el mismo polvo estelar que surgió de una explosión hace millones de años. Y por eso nos vamos buscando, porque somos la misma esencia. La verdadera sabiduría que extraigo es ésa: todos formamos parte del mismo sistema y hay quienes estamos contiguos en una misma pieza. Por eso nos necesitamos para encajar en el todo.

Bajo mi punto de vista, pretender huir del compromiso continuamente, establecer relaciones líquidas, de usar y tirar a conveniencia, es no ser humilde, es pretender que se es tan fuerte como para no fluir, en armonía, con toda la naturaleza. Y no me hace falta acudir a las enseñanzas de otros, porque lo vivo todos los días en mis carnes. Estando solo estoy en desarmonía, mi música chirría y no tiene sentido. Puedo (mal)vivir e, incluso, ser más chulo que nadie, creyendo que me hago a mi mismo, pero no será más que una máscara, una falsedad y una coraza. Nadie vale más que nadie.

Hoy, tanta filosofía de meme y tanta palabra de coach nos evade de algunos de nuestros deberes primarios: estar, sentir, vivir... Nos crea una falsa sensación de plenitud, pero no es más que llenar un hueco con palabras.

No es humilde, ni es sabio, llenar con palabras lo que debe estar lleno de vivencias, sensaciones y sentimientos. En eso fallan muchas filosofías: no hay que meditar tanto, hay que vivir la vida. La verdadera fortaleza está en quien se atreve a vivir, no en quien trata de comprender la vida sin vivirla. Y yo quiero atreverme a vivir mi vida, no a comprenderla ni a pensarla tanto y antes de su momento.

Por eso ya no me hace falta meditar e interrogarme tanto, porque la vida es eso que pasa, ante las narices, mientras estamos filosofando. Y está para ser vivida no para ser pensada en exceso. La palabra crea nuestra existencia. En parte, eso es sí. Pero la vivencia está para ser vivida, no pensada.

Y eso no me lo ha enseñado ningún libro, ninguna filosofía, ni oriental ni occidental, ni mística ni racional. Sólo me lo ha enseñado la intuición al vivir mi vida, no la interpretación que otros hacen y pretenden que sirva para todo el mundo. Vivir mi vida es luchar por ser feliz, caerme mil veces y levantarme 1001, equivocarme y saber pedir perdón, sin esperar nada a cambio.

Yo no soy un ser de luz, soy mucho más humilde. Y siento que mi lugar está junto a la persona a quien decido entregar mi amor. Ni por encima ni por debajo. Y en el amor va compartir tus buenos y tus malos ratos, cuando me quieres y te sientes plena, y cuando me odias y me mandarías al carajo. Porque lo contrario del amor no es el odio, que tantas veces va de la mano, sino la indiferencia. Así lo siento y lo siento, en ambos sentidos de la palabra.

No podemos abandonar el camino porque haya curvas y complicaciones. Ningún trayecto es recto y sencillo. Pero no puedo pararme a pensar en cada recodo, ni a hacerme un mapa de lo que vendrá. Ni soy Dios, ni quiero serlo, ni quiero que se meta en mis asuntos. Tampoco quiero ser un iluminado omnisciente, aunque sepa interpretar bastante bien los signos. Cualquier problema es siempre temporal y no hay que detener el avance

Pido disculpas, nuevamente, a quien haya herido, si estas palabras le han molestado. Pero así veo las cosas, desde una perspectiva bastante humilde y una postura básica: vivir mi vida, con sus chascos y sus patinazos, pero sin apartarme de ella a analizarla. Sobre el camino la voy aprehendiendo, analizando y admirando. Pero caminando...

Y fluyendo con todo y con todos, no desde un magnífico exilio dorado, más allá del bien y del mal, donde nadie penetre. Ya llevo muchos años solo, con mis cavilaciones estériles, y me he hecho tan sabio que sólo sé que la vida hay que vivirla y no hay que pensarla tanto

Mientras estoy caminando, vivo; y puedo (y debo) ir sintiendo, siendo consciente, meditando y filosofando. Pero si medito y filosofo antes, estoy haciendo el camino al revés...