francisco lopez delgado

Bajo el palio transparente de la luz.

Bajo el palio Transparente de la luz

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Yo, por entonces, no conocía el mar ni su

infinidad… ni las púas del rosal, ni las

sombras de la noche, ni el filo de la espada,

ni otra realidad diferente de la mía:

¡vivía dentro de mi alcázar, el fortín que

construí con la basa de mis sueños y las

teselas de mi fantasía...!

 

Creía, que el cielo era un enorme cilanco

lleno de peces y veloces zapateros

que corrían por sus aguas incendiados; de

luciérnagas y nenúfares brillantes… que

el sol, un brasero y las estrellas fanales,

y las nubes camas de algodón y la luna

un queso para que comiesen la Virgen con

su Niño, mientras me velaban por la noche,

junto a mi Ángel de la Guarda.

 

Yo, por entonces, no sabía que existiese

el mar, ni otros universos distintos de los

míos; ni las montañas blancas, ni las grandes

selvas, ni las oscuras ciudades, llenas de

gente que no sabe dónde va, ni cuál es su

sino ni la estrella de su norte...

 

Mi vida transcurra en mi pequeño edén

-entre la tierra y los espacios de la luz-,

allá donde crecía el gordolobo y sus

blondas candelarias, y se erguía el árbol del

Pan y Panizo, y serpeaba, entre los tallos

de los juncos y las cañas, el sinuoso y

transparente arroyo Ventogil...

 

¡Mi imaginación era inagotable, y mi

conocimiento el justo para ser feliz...!

 

Yo no sabía que existiesen otros ríos,

otros montes, otros cielos, otros valles… mi

vida y mis sueños eran la única verdad.

Creía que los trigales eran frondosos

bosques llenos de ninfas verdes que se iban

ornando poco a poco de amarillo para

las fiestas de San Pedro y de San Juan...

que los olivos gigantes aguerridos, que

mis palomos heraldos de mis sueños, y los

varales de mi cama, los pilares de la

fortaleza donde soñaba bajo el palio

transparente de la luz y los lirios de la

ingenuidad...

 

Y ahora, cuando mis fuerzas desfallecen y

mi ser se empequeñece como el cirio de

mi altar, me pregunto -desde este rincón de la

ciudad-, si existirán aún aquellos días

luminosos y aquellas noches estrelladas...

si mis sueños seguirán volando en aquel
cielo claro que perdura en mi retina y

subyace -como un halo de esperanza-, en lo

más profundo de mi alma, allí donde duerme mi

nostalgia, asida al fuste de mi infancia y

a las alas de mi libertad.

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Autor Francisco López Delgado.

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