Eduardo Antonio Taborda

MI AMADA VENEZUELA

MI AMADA...

La Objetividad se calla entre muros levantados por la falta de razón. ¿Quien pudiera pensarte desolada de gente que pareciera andar sin alma?, no hay humanidad que te sienta, acaso la escasez, pero no es el problema, no son las manos del que amasa la harina para la arepa, no es el músico, no es el artista, no es el profesional; que cada día sabe menos, y vive menos, en una especie de remolino huracanado.

¿A dónde irán tus pasos?, lentos, en el suspiro del poeta que no te siente latir el corazón, no ve tus llanuras, tus montañas, tus ríos y sabanas; no ve la piernas del que trabaja, sus pies cansados y sus rostros desencajados en lo que pareciera ser un presente abrumadoramente trágico porque falta tiempo para los sueños. Tus calles, ¡mi amada!... tus calles solas, porque no es gente la que respira, la que come, la que bebe agua para calmar la sed; la que dice enamorarse, o más bien obsesionarse en una suerte de desahogo por querer compartir confusiones.

¿Quién bailara la canción del que compone?...

¿Quién querrá entenderte en tu lienzo blanco, sin pinceles y sin oleos?...

¿Quién te arrullará?... pues no hay tonada de viva voz que se done a tu felicidad, tan sólo mercaderes de lo “Bello” y de lo aparentemente bello, o distinto quizás.

Hoy no son ellos, ni es aquel, hoy soy yo que te sufro. De qué me sirve tener el “Salto Ángel”, “El Warairarepano”, “El Lago de Maracaibo”, “El Pico del Águila”, si no lo puedo ver en los ojos de mi gente, que solo se asoman, y aunque saciados en sus más elementales necesidades, huelen a que les falta, a infelicidad, miedo, soledad.

¡Mi amada!...

No hay temor a lo sagrado, como si no hubiera tenido razón de ser el sermón del párroco del pueblo; en sus casas, cuelgan en las paredes, crucifijos fríos como témpanos de hielo, o mejor aún, traslucidos, sólo vistos cuando la conciencia se agita y se asoma, por algo que marca la subjetividad del ser; algo aparentemente insólito puede ser, porque ya no les extraña casi nada.

¡Mi Entrañable tierra!...

Cuantos suspiros me han de levantar la mirada a lo que hago, como esperando un milagro, antes de que ya no vea más el amanecer, para sumarme a las millones de millones de partículas invisibles e infinitas: - me muerdo los labios de sólo pensar que no haya nada. Pudiera dormir la siesta pero acá estoy escribiendo emociones que me hacen sentir vivo: - ¿Y es que acaso la emociones figuran como figuran tus mentiras y verdades hechas historia?... ¡Quién hubiese vivido tus historias terruño mío! , ¡Hoy más que nunca te siento tanto que me duele!

¡Palpitando estas en mi corazón!, cuyas paredes se sienten arder entre pecho y espalda, ya sofoca el calor,  porque había llegado el tiempo de callar, más de vivir, que cualquier otra cosa; y aquel poeta que dijo: - “ que el mundo cambia y las cosas se acaban, pero la voz del poeta permanece en el tiempo mortal”.

¿Será acaso un grito desesperado de mi alma de que te reconozca la historia en el mundo, mi tesoro de incalculable belleza?...

y he aprendido de la vida misma, calme tu tristeza. Despediste a Seratí, no ayer, en el 2010 cuando dio su último concierto en vida, porque ahora los seguirá dando, pero el público ya no será el mismo. Entre tus brazos cayó, ovacionado, admirado, aunque después tuvieran que llevarlo  a su tierra, a su amada, a su entrañable.

Y así tantos despertares en medio de la incisiva preocupación mía. Tengo 43, obligado a seguir con Esperanza, pujando la metamorfosis en el tiempo que nos es dado.

La vida que se respira, que fluye entre mis venas, que vuelve a levantarse y continúa el camino. Te sigo mi amada, te toco, te siento, serás eterna en mí.

¡VENEZUELA!

 

Eduardo Antonio Taborda

12/08/2017