Alberto Escobar

Fuego

 

 El espejo y la cópula son abominables, porque
multiplican el número de los hombres.

J.L.Borges. Ficciones.

 

 

 

 

 

Me miro al espejo como cada mañana.
Antes de cerrar la puerta que me aísla
confirmo que cada gesto está en su
sitio.

Camino a salvo del concepto que anida
detrás de cada mirada.

Respondo a la atracción irresistible 
que la gravedad del pan del mañana 
ejerce sobre mis miedos.

 Maldigo a veces tener conciencia, tener
grilletes sin presidio, tener que hallar 
las respuestas antes que nazcan las
preguntas.

Lamento no contar con lumbre que 
derrita las gasas que tejen el frío del
relente.

Hielo que se hace témpano cuya espada
apunta sobre el Damocles de mis
recuerdos, un frío que diría no es frío 
porque espera sentencia sobre las 
ascuas del instante.

Alcanzo al fin el umbral que me cobija,
umbral que añoro con solo trasponerlo
cada aurora en dirección a lo de siempre.

Cuando vuelvo anhelante, la puerta que
me protege de la intemperie se me abre 
en dos poemas, que estrechan el pétalo  
de la margarita que debí enterrar aquel 
día, cuando me hirió el vértigo.