Santiago Miranda

Y de pronto el hombre

Se hace de golpe y caída, se vierte
En el cáliz azaroso de las circunstancias
Bebe y es bebido por los días, se enturbia
La sangre, su sangre a sorbos y estallidos
En fugacidad refleja el espejo de cielo
Que lleva entre sus diamantes siendo ojos
De lo divino Y de pronto el rayo
Del hombre, revienta los subterfugios
Tirita afuera sin abrigo, procrea
En la falla de hambre y frío en su oscuro

 

Cuarto a sus semejantes, calcula
Las posibilidades del designio escogido
Y Se deja llevar por el frío o el río o el amante
Se deja habitar controlado por los climas concluyentes
Al paso de estrellas moribundas y semillas cargando mundos
que aún no han nacido que aún no han sabido encontrar la salida

 

Y de pronto no sabe si fuera niña o niño o tallo o río
Y ríe por lo absurdo inminente, por un final perdido
Entre los finales de todos nosotros repartidos
Como municiones envueltas en presentes roídos

 

Y repronto el hombre nace del niño
Borrado de un plumazo de ángel, su ángel
Un tenue soplido -se mueve fuera de él
Dejando una marca- Conquista, el oficio
Del respiro, la suma y letra de las artes
No se da por detenido, estela nómada disparada
Proyectil sin tiro, repentinamente entonces
El hombre, piedra luego de callar un destino
De sumas y siglos; habla y a través de él
El rayo concede al mundo su ruido