Max Hernandez

Con mi musa, otra vez....

— Dime poeta, ¿Te gusta la forma en que te miro? ¿Te gustan mis ojos?

¿Los hallas bellos, o simplemente te causa gracia

El saber que, no solamente te amo sino que también, te admiro?

 

Dices esto mientras me miras divertida, sonriendo coqueta

Y haciendo danzar tus pestañas en un hipnotizante vaivén cual selvas encantadas.

Luego, sin previo aviso, empiezas a tararear una melodía inventada,

Y, abriendo y bamboleando  los brazos, te vas moviendo lentamente por toda la estancia,

Jugando con las luces y las sombras que atraviesan la ventana,

Haciendo que tu esplendorosa cabellera vuele en libertad,

Atrapando a las estrellas en una maraña mágica,

Que envuelve  a mi universo todo,  en esta escena embrujada.

 

Puedo sentir tu fragancia, esa misma fragancia que,

Desde que tengo uso de razón, tan dulcemente me embriaga.

Puedo percibir el calor de tu cuerpo,

Ese mismo calor que me reconforta y que me atrapa.

Casi puedo sentir el frescor y la lozanía de tu piel,

Y la suavidad de tus hermosos cabellos.

Y mi boca ansiosa junto a mis dedos temblorosos,

Anhelan tan solo un roce de tus apasionados y hermosos labios rojos...

 

Casi puedo sentir los latidos en tu pecho,

Casi puedo sentir la magia de tu aliento,

Casi puedo sentir tu mirada en mi rostro,

Que muere de anhelo...

 

— ¿Estás ahí, poeta?

 

Tu voz melodiosa me despierta, y descubro ante mí

Esos ojos maravillosos, esa mirada coqueta de niña traviesa,

Que siempre hacen que sonría, y que agradezca a la vida

Por haberme regalado estos felices momentos sobre la faz de la tierra.

Te atraigo hacia mi con delicadeza,

Tratando de no romper el encanto de este momento sublime,

Y como siempre, casi en un susurro,

Disfrutando del delicioso contacto de mi rostro con tu pelo, te digo:

 

— Eres la dueña de los ojos mas bellos que nunca jamás

Haya visto en mi vida entera, mi pequeña traviesa;

Y de ellos emanas una maravillosa mirada que hechiza y encanta,

Que embruja y que atrapa...

Pero, no es solamente esa la razón por la cual

Soy esclavo de tu mirada, mi musa eterna,

Sino por la forma en que, sin mediar palabras,

Con sólo mirarme, dices que me amas...