César Enrique Villatoro Liévano

Diciembre del dieciséis

 

10 de diciembre de 2016.

 

 

La otra noche,

una de esas noches cualquiera,

en las que tu retrato se volvió  consuelo y esperanza. Salí al patio para tomar aire y también para encontrarme con algún suspiro tuyo dedicado a mi.

 

Grite,

no literal, pero si mentalmente

tu nombre al horizonte que por ojos llevas.

Y sentí una necesidad controlada 

de querer estar contigo,

queriendote, así como la gente sin miedos se quiere.

 

Me he puesto a cortar estrellas de los árboles y riego todos los días el prado de la esperanza, para que nunca muera.

 

Espero tu llegada,

consciente de que se interpone entre los dos un abismo

que se crece conforme pasan los días.

 

Te deseo salud

y que el corazón demande

la lejanía.