Mallez

La niña y el maquinista

 

Me voy sin el corazón conmigo.
Lo dejo contigo en tu cama, mi niña.
Te dejo mis besos y mi cariño
y esa crueldad que junto a mí camina.

Es difícil decir adiós cada noche.
Me duele dejarte quieta, dormida,
y en mis labios la despedida
con ese beso que pongo en tu frente.

Pero hay sueños que alientan
y un trabajo honrado, mi niña.
“¡Los padres que de noche se desvelan
vuelven a sus hijos llenos de alegría!”.

Me voy con tanto hierro a cuestas
y mi voluntad como un tesoro.
Mi niña, ¿por qué te inquietas
si sabes que te amo y que te adoro?

Me lleva el deber y el tranvía
y las ilusiones por volverte a ver.
Duerme mi niña, duerme chiquilla,
que con el favor divino volveré.

Yo llevo como otros tantos sueños
y las mismas esperanzas que nosotros:
Los de los señores y las señoras
que también tienen a quien quieren tanto.

Mi niña, duerme, y ruega a Dios
por toda la gente que en mi labor se alista.
Que sea mi escudo tu tierna oración
por todos ellos y por el maquinista.

Duerme mi niña, duerme ya.
El tranvía que de noche parte
a la hora en que has de acostarte
otro día de nuevo volverá, volverá.

Y llevará a unos y a otros traerá.
Y aquel maquinista con su cansancio
buscará extenderte su amor entre sus brazos …
los mismos brazos de tu papá.