Raúl Navarro

La tormenta

Hermano, tú que miras acercarse la tormenta
desde el puerto, donde aguardas temeroso,
y sientes en la espalda el golpe furioso
del látigo del diablo que la carne tienta,

tú que tienes abierta la herida sangrienta
y sientes el azote del viento tempestuoso,
no temas, Dios dice: Soy el Todopoderoso,
yo soy quien te abriga y te sustenta.

Deja hermano tus lamentos y tus llantos
y da lo mejor de tus armoniosos cantos
a Dios quien te libra de la ira siniestra,

Que si al ver tu sufrimiento y lucha cruenta
Dios alza soberano su poderosa diestra
¿Que pueden el viento, el látigo y la tormenta?