Juliane Müller Seborga

SONETO DE NOVIEMBRE

Esa tarde, en medio de la gente

que al pasar nos miraba asombrada,

con mis músculos destrocé el puente

que a tu afecto me tenía atada.

 

Y chocamos las pupilas dolientes

y chocamos la carne lastimada

en aquel abrazo indiferente,

de indiferencia disimulada.

 

Mi adiós de irises llorosos,

los tuyos con la súplica dolida

y te pido: ¡cierra, cierra tus ojos!

 

Y te dejé dejándote mi vida,

cargué en tu espalda mis destrozos

y saldó así nuestra despedida.

 

J.M.