Wellington Rigortmortiz

* El Viaje Eterno (el navegante)

 

Apacible amaneció hoy

este inmenso desierto líquido,

apacible después de la tormenta,

tempestad que en la noche

sacudió de frío mordaz

y adrenalina mi cuerpo, mi alma;

el sol indiferente a todo

asesina las tinieblas heladas

que mi mente imagina,

calor que evapora

lágrimas que inútilmente

desean ser libres,

la brisa refresca

con susurros mi tristeza,

niña cruel y caprichosa,

mujer amante del silencio

que reina en mi vida de viajero,

tripulación de fantasmas

que son solo lastre;

niño lleno de ilusiones,

sueños y fantasías verdaderas,

promesas de tu alma,

promesas dichas,

promesas incumplidas,

promesas olvidadas,

sarcófago de tesoros inservibles;

desde el timón me observo

correr, esconderme, garabatear

sobre la madera rustica de este galeón

corazones tribales, calaveras y diablitos;

querubín azul, inocente del dolor,

inocente del amor profundo,

abrazándote en mi imaginación furtiva

absorbes mis penas, mis pesares,

y en mis brazos acurrucado duermes

mientras la tarde lo hace también,

llega la noche nuevamente

y con ella una tormenta,

una tempestad más,

llego el momento

de reposarte en mi camarote,

llego el instante de defender la vida

con muchas expectativas, interrogantes

y sin una certeza de vida corporal

sobre el tiempo en un destino

en el cual no erijo.