Wellington Rigortmortiz

* Áncora (bitácora del pirata II)

El éxtasis que produce

el estar vivo, aun

cuando la muerte

ha devorado al alma,

es tan inexplicable,

tan inestable el convivir

con la razón

y la demencia en la mente,

con una conciencia

que lo juzga todo

sin tener

ningún derecho a hacerlo,

la mar y el firmamento,

son el único paisaje

que puedo observar,

son tan variables

como tu alma,

me recuerdan a ti,

al menos aquí, el silencio

no me hace ningún daño,

el viento

en constantes murmullos,

me distrae de los crueles

catalépticos pensamientos,

sonámbulos de la tristeza,

y de la ira,

la soledad no existe,

el temor tampoco,

todo es distinto e igual a la vez,

no me inmuta nada

dentro de la nada;

en los momentos de fatiga,

descanso mis fuerzas

y la de mi embarcación,

arrojando tu corazón

ancla que detiene el movimiento

el cual me incita en tentación

la mar a navegar,

...en esos instantes,

alimento a la misma

girando el timón

con indiferencia,

mientras tú corazón

se estaca en algún coral

que con lastima y pena

rasga la piel pandorga

de tu inocencia maldita.

 

La tarde muere,

es hora de levar anclas,

estrellas salvajes

me guían hacia un rumbo nuevo,

sigo sin creer en el destino,

ahora ellas

son las únicas en quien confío,

mientras, mar adentro mi alma

invoca una nueva tempestad,

a quien retar en un nuevo duelo

pacto de amor y de sangre,

es tan inexplicable,

tan inestable el convivir

con la razón

y la demencia en la mente,

con una conciencia

que lo juzga todo

sin tener

ningún derecho a hacerlo;

te echo al mar

solo cuando exhausto estoy

de la monotonía que me guía

por esta odisea,

travesía del amor,

…el agua purifica, santifica,

lava todo error y pecado,

tu corazón es el ancla

que detiene mi trayectoria

cuando exhausto estoy,

es esos instantes, alimento a la mar

arrojándote a la misma,

muchas veces no tocas el fondo

y de nada sirve tu ayuda, el objetivo,

la misión nueva que tienes,

es la que Dios me obliga a darte,

ineludible a volver a navegar

tengo que asumir lo que fui y soy,

obligados por fuerzas extrañas

a lo que fuimos,

los dos tenemos que asumir

la decisión a la que tus fantasmas

nos condenaron

en nombre del bien y del mal.