Juliane Müller Seborga

FUGAZ

Mi pecho se colma de mentira

y en mis manos aparece, bella,

en compañía o soledad,

como una estrella

de la negra inmensidad.

 

La dulzura que se toca

y se torna brillante:

la boca

prohíba para el amante

 

Que me tienta

como otra no lo hizo,

una pasión loca

que antes no se quiso.

 

Sus cabellos son de oro,

la fortuna del más rico

no se iguala a este tesoro

roce de abanico.

 

Cuando quise dejarla

claros y largos me saludaban

cada vez que la veía,

eran las redes que la ayudaban

a atrapar a los que quería.

 

Ven a mí,

me dice con malicia,

es una tierna mariposa

que exige una sonrisa.

 

Ondulando, detrás de mi cuello,

el tiempo corre en las cenizas:

Es el soplo de la muerte

que se confunde con caricias.

 

Y con desazón,

una vez sentida,

se extingue la pasión

en rápida despedida.

 

Al final, un último beso

y reviven los miedos,

un adiós que queda preso

una vez más entre mis dedos.

 

J.M.