Carlos Ars

Ámbar de poeta

En medio de los días oscuros
y las noches claras,
se oye el gemido de una ventisca
que trae consigo sollozos y risas,
estruendo y eco de cenizas
¡Cuánto polvo!
¡Cuánto ámbar!
Vaya viñedo de placer y dolor
que instiga prurito a la tinta
de la pluma de un poeta,
que encadenado a espinas y lirios
de su sangre forma mares y ríos;
¡Oleaje implacable!
¡Oleaje mordiente!
Que de su alma emana como fuente,
rompe sus cadenas con todo y eslabones,
libera su titán con todo y sus fisiones;
ese, que antes de ser un hombre,
fue poeta,
ese, que antes de estar roto,
estuvo completo,
ese que ahora es,
fragmentos de su angustia,
que entre verso y verso entre teje
su alma y sus fracturas,
siendo sus escritos,
lo que suaviza su alma dura,
siendo sus poemas,
lo que conforma su armadura.