Leonel Mateo

No confío a la suerte.

No confío a la suerte lo que quede de la noche,
No confío este frío, estas ganas forajidas de escaparme.
¿Qué hacer con las paredes que, en lugar de guarecer, incautan?
¿Qué hacer con aquellos que gritan tanto su libertad al punto de no escuchar la de los otros?
¿Qué hacer con esta maraña de suposiciones apuntando a la vez todos los puntos cardinales?
No puedo seguir y sigo. ¡Cuánta fuerza requiere rendirse!
Si al menos supiera porqué se cruzan las calles,
Porqué el rito sórdido de las despedidas en la esquina.

 

Ese duende que pega las fichas al tablero se ufana en congelar la máquina de los vivos:
Aquí, peón negro sumisamente acostumbrado a que el otro siempre sea primero,
Por intolerancia a su propia emancipación.
Allá, una blanca jaca privada de su tendencia animal a imponer su voluntad
Sin reparar en los demás.
Es un juego de cegueras y despotismos.
No confío a la suerte que salgamos ilesos.