Gabriela Rodríguez

\"Tu entrega en una mirada\" Capítulo II

\"Tu entrega en una mirada\"

Capítulo II
El domingo en la plaza.

Han transcurrido varios días de aquel mágico encuentro en la playa, sigo enfocada en mis tareas cotidianas y mi arduo trabajo. No he mirado a ese hombre tan varonil que  tan impactada me ha dejado, aún siento su mirada traspasarme ¡Qué tipo! Me encantó.

Una tarde decido ir a la placita, como de costumbre cada domingo después de misa, llego hasta el kiosco que está en el centro de la plaza, me siento en una pequeña banca verde frente a varios puestos de artesanías; mientras observo caminar a varias personas a las cuales reconozco ya qué mi cuidad es chica, es por ello que la mayoría de los habitantes nos conocemos.

Cuando ya pienso marcharme del lugar quedo paralizada, en un pequeño grupo de gente que camina entre los puestos se oyen sus risas que bromean y cuál es mi asombro es él, ¡Qué barbaridad! el hombre de la playa... ¡Leonardo! Casi grito. En ese momento desvío la mirada, mis manos me sudan, de nuevo nos encontramos, no sé que hacer, mi cabeza reacciona fingiendo no verlo.

¡Es imposible no verlo! ¡Tan guapo! es listo, me ha observado, sabe que estoy aquí ¡Qué pena!; sin pensarlo se dirige a mí y saludando con una hermosa sonrisa dice:
-Damita,  que gusto verla.

Las piernas me tiemblan que bueno que estoy sentada si no caigo.

- Hola, joven,  respondo.
- Antes que pase algo más y no vuelva a verte quiero tomarme el atrevimiento de invitarte un café, ¿Sabes? por un momento creí no volver a verte. ¿Aceptas? claro,  si a ti no te molesta.
- Sí, claro. ¡Por Dios! Qué acabo de decir... ¡Por favor Vitoria no lo conoces!

Él sonríe, me toma de brazo y nos dirigimos al café más cerca. Siento cosquillas y picazón en todo mi cuerpo, sentir el roce de su piel provoca sensaciones de un millón de mariposas revoloteando en mi vientre; me acaloro.

Al llegar al café el ya se a dado cuenta que estoy ansiosa.

-Damita y si en lugar de café bebemos otra cosa.
- Por qué cambio de opción, Digo
- Te veo acalorada.
Y yo sólo asiento.

Desde lejos observo a mi hermana que con sus comunes señas, me dice que tenemos que irnos, que mamá nos espera y sabiendo como es se molestará si no llegamos a tiempo.

Me acerco a él y disculpándome por tener que irme le hago otra proposición más linda explicándole:

- En este momento no soy dueña de mi tiempo, que te parece si esta noche nos vemos en la playa y así sin interrupciones platicamos de lo que usted quiera.

- Damita, primera: no me hable de usted, soy Leonardo y si quieres Leo para ti.

Que bello, Me tiene impactada tanta amabilidad.

Ambos nos dirigimos al kiosco que está en el centro de la plaza, me toma del brazo y me acerca a él dándome un besos en la mejilla muy cerca de mis labios y me susurra:
- Con ansias te esperaré en la playa donde te  vi la primera vez.

Mis nervios me traicionan y sonrío. Si más me alejo para tomar dirección junto a mi hermana.

Continuará...

Gabriela Rodríguez
10/07/2017
Navojoa, Sonora México.
Imagen: Plaza de armas Álamos, Sonora México

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