José Cascales Muñoz

Desde la prisión

 

Ayer me diste una grata alegría cuando te vi en la receptoría de comunicación, tú vestías tu hábito negro y no de seglar, era la única forma de poder comunicarte conmigo.

 

Aunque no podía ver tus negros cabellos, pero tú seguías tan bella como años atrás, se me vino a la memoria esos fines de semanas donde nos evadíamos de la ciudad para vivir unos días de apasionado amor recorriendo  la sierra norte.

 

Mientras hablábamos no dejaba de mirarte y pude ver el brillo de tus ojos por el lagrimeo que salían de ellos, de tu boca salieron unas palabras que me sentí algo impotente, (Que suerte, tú no has tenido el triste final de Salvador).

 

Si, ya han pasado dos años y parece que fue ayer, aún lo tengo en mi mente, con sus bromas, su sonrisa y la caja de purítos Álvaro que le regalaba cada vez que subía a Barcelona.

 

Las buenas amistades son duraderas, para toda la vida, la prueba la tengo contigo y con los verdaderos amigos cuando se pasa por estos trances, es cuando te das cuenta que siempre están a mi lado y nunca me han olvidado ni abandonado.

 

Son las once de la noche y los funcionarios están apagando las luces de las galerías, con nosotros por ser algo especial y no comunes, tienen algo de consideración y nos avisan antes de aparar las luces de nuestra galería.

 

Desconozco el tiempo que estaré aquí, pero lo importante es que aún estoy vivo y recordando el pasado, cuando termine de leer esta carta recibe un fuerte abrazo y un beso recordando el ayer.

 

Álvaro Díaz Pérez

 

Antigua Prisión Provincial de Sevilla, Octubre 1976

 

© José Cascales Muñoz
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Relatos 15 de Marzo 2017