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Sensacionalismo

La más común de las líneas entre el atardecer, 

entre la simple sensación de recordar la última,

la última de los instancias en la profundidad del alma.

Eliminados en el espacio, en esta maldita piedad.

 

Y la misma estúpidez de recordarnos que la humildad;

sí, esa sencillez que nos hace venir en el camino del bien, 

en el desahogo de la verdad y el crecimiento petrificado. 

Son las mismas directrices de la vida. 

 

Naces, te desarrollas y te mueres; quien no se la sabe.

Pues, mientras crees que entras, ya sin pensarlo sales hacia otra puerta.

Y mientras recordabas tu primer beso,

ya empezabas profundizando en la mirada de otra persona.

 

Las amistades cambian de golpetazo, mueren y nacen en tus manos

las oportunidades, a las que prefiero llamarles

un nuevo comienzo, que a la muerte de algo sin iniciarse

era más triste que la muerte de un perro. 

 

Y la oportunidad de vivirlo a muerte se metamorfosía

en el triunfo más preciado en la vida.

El haber encontrado la forma de dejar trozos de mi tiempo,

en el tiempo de otros es el soplo de un sensacionalismo en el viento. 

 

Un maldito sensacionalismo que vivo todos los días.