Santiago Miranda

Ángeles caídos

(Digamos, fuimos

Puros de infancia

Niños de trigo)

 

Una semilla puesta sin cuidado, en el valle oscuro

De tersas piernas o en la orilla de pozos sacros

Donde la luna sangrante entrega cada treinta

Soles a la hecatombe del vacío, un respiro

O una nueva estrella aun no preparada

Para comprender asunciones

Ahí en vilo destella

 

Un cielo o paraíso, un jardín sin sellos

Aquella criatura pura, comprensiva del amor

Innato más no de las razones y secuencias que acontecen

Fuera, de ese útero, fuera en esa gran bolsa-mundo

Cercana a la tibieza de la prole y alejada a la inclinación

Creencia del daño, así esperarás que te hubiéramos

esperado con el único deseo de esperanzas

nuevas, buenas, confines de multitudinarios

sueños que se anudan por un cordón el vientre.

 

II

 

Y si vigilaron el crecimiento del tallo a punta de hoz y coses

fueron temores irracionales de guardianes, fueron creencias

compartidas siguiendo profecías a su antojo, abollados-hombres

por instituciones de culpa y divinidad que castiga, Olvidando

la estancia de la que provinieron, olvidando aquel olvido supremo

aquella calma en toda ausencia, anterior a la mentira, aquel bien

aun no del todo consumido que se prepara a ser ceniza

 

Querubines, veo enredados tras las piernas, era un juego

Y entre brazos de altos sauces temerosos, protegidos

Continua el juego impuesto por el viento carmesí

De aquella fluir liviano, Luego, el día

en el que nuestro bautismo confirmó el delito, de haber

venido al mundo con el peso de un pecado que todos y nadie

hubo cometido. ¿Qué inesperado fue aquello, no?

 

III

 

El pretender conocer lo que no debe ser conocido

La rebeldía libertaria siendo germen del raciocinio

El reclamar ser la definición de todas las medidas

En la destrucción y reconstrucción de artes y ciencias

Desplomadas y la conquista de una libertad para sí, siendo

Un todo orgánico, de aquí en adelante, estamos pagando el precio

de haber asesinado a los altos dioses, te encargo yo

la culpa, goteando a cuotas, a mensualidades de sueldos

por vivir o recrear o hacer usos de la herramienta

aquello que nos rastrea hasta el motivo de crear

técnicas irresponsibilidades y construir por la salvaje base

del placer que busca repetirse constantemente hasta ceder

el vacío, desplomado frente al rostros de la historia

 No de la pérdida del sentido en la existencia sino

del abandono de la nueva búsqueda.

IV

 

Yo; Estoy pagando un intrusivo precio de pertenecer

a la estirpe maldita, en la fatiga del pensamiento, insomnio

desplomado sobre monomanías desfasadas de un ciclo

ya cumplido en otras vidas, del ser en la cobardía y el repliegue

de un animal en sus terrenos, de ser la nueva piel

de esta triste ciudad sombría, y ver arder los sueños

en el horno de los días, ver el fuego transgredido, ya no sagrado

ya no la pira de la historia que se proyecta en un futuro

ahora solo cenizas disueltas en los ríos   

Es el costo del ambicioso proyecto divino

Regar de sangre el desencuentro.