ErC

Y la bese

Y la bese en esa oscuridad retumbante, donde no había cielos ni mares.
Las estrellas en su ausencia se perdían de tal belleza.

Cayeron en el suelo prendas revueltas provocando un eco en el silencio,
algún grillo sigiloso tocaba la sonata de la muerte y el suicido.

Lloraban los árboles por no poder ver el cuerpo artístico de mi mujer,
insectos se acercaban para ver mis manos sonreír.

Tome sus pechos mágicos, dos mundos gemelos con alguna luna de más o menos,
sentí la piel de ambos arder en un volcán de amor y fuego.

Deslizaba mis manos sonrientes por los poros de su piel, sintiendo el sudor
por los anhelos de sentirse mujer, de aprender del verso en la piel.

Eran dos montes perfectos sus glúteos eternos, mis manos perdidas cantaban alegría,
su boca se fundía en mis besos ansiosos que derramaban la dicha infinita.

En el jardín de su vientre aspiraba la esencia de la vida, allí mi razón pedía la eternidad,
mis deseos se convertían en ese fragmento del tiempo donde ella era mi ánfora.

Galopábamos en juntos sobre Pegaso en los desiertos del mar, en la humedad de la realidad,
en la paciencia de la verdad, surcábamos olas de arena sin mirar atrás.

Y bese su cuello melodía, me regalo caricias que eran la plenitud de la vida, sensaciones
que nunca antes habían llegado a mis rutinarios días.

Se olvidaron de nosotros las partes que dividen la vida, el orgasmo se envolvió en espíritu,
el cosmos con sus colores indescriptibles ilumino nuestros gritos de pasión.

Y bese su frente sudorosa, olí sus melena de oro que enredaba mi cuello, sentí sus ojos,
conocí el sentido del universo, los bese hasta dentro y guarde mi amor en ellos.

En el ramaje del abrazo nos postramos unidos en el éxtasis del amor después del sexo,
juntos nos unimos en un laberinto donde guardo su amor junto al mío.