Hoy quiero afrontar la vida con libertad,
entendiendo que el camino es duro y difícil,
y que el don de vivir no es para cualquiera.
He de seguir caminando,
aunque mis labios tengan sabor a sangre.
Porque el miedo aleja la victoria
y entorpece las ganas de seguir adelante.
Aunque las tinieblas oscurezcan mi paso,
no dudaré de mis posibilidades de alcanzar tierra firme.
Mi mirada será firme como un arcón,
y mi vuelo, elevado con el viento.
Y aunque los acontecimientos digan lo contrario,
recordaré que sudor y sangre me costó llegar hasta aquí.
No dejaré la fe por la incertidumbre,
ni confiaré solo en mis propias fuerzas.
Confiaré en ti, que me has sostenido,
para no caer en la red de mi propio orgullo.
Seguiré confiado y sin detenerme,
hasta llegar al lugar que me has prometido,
ese lugar que es destino de todos los hombres,
donde el alma descansa profundamente.