Alberto Escobar

Humano, demasiado humano

 

 

Soy un hombre; nada de lo humano me es ajeno.


                                                                Terencio

 

 

Soy un hombre embutido
entre infinitas paredes.
Acaricio el cuero gélido
que me aísla del relente.

Este helado cuero priva
al espíritu que mece
el deseo, salir, ser,
crecer, pero lo protege.

Soy tan profundamente hombre
que las costuras que tienen
en vilo mis blandas vísceras
estallan por impotentes.

Me entiendo porque me siento.
Pugno por ser transcendente,
por explorar nuevos reinos
desconocidos, presentes.

 

Me explico. Todo este rollo que os he lanzado
viene a que me siento en un momento en que
el conocimiento de mí mismo, y por extensión
de los demás, me hace ser más comprensivo
con los defectos del prójimo, porque conozco
los míos, vivo mi ser en toda su amplitud.

Lo del cuero es porque noto mis límites, busco
transcender, es decir, traspasarlos para conocer
dimensiones nuevas, negadas por mi educación.
Ahora que soy padre entiendo que volcamos los
defectos, los miedos, y los malos hábitos que
hemos heredado sobre los pobres niños.

A estas alturas pugno contra estas limitaciones
heredadas discutiendo las normas impuestas por
la costumbre, como es aquella que sostiene que
ser buen padre es ser servicial para con los hijos.
La excesiva atención nos amodorra y nos limita.
Por eso intento no hacer lo mismo con mis hijos.

Busco mi mejor versión, rompiendo las fronteras.