Jesús Mora

“La efímera historia del búho y el ángel”

I

Ave rapaz y nocturna,

Plumaje sutil y mirada hierática.

Posado en los confines de un abismo,

Con un único apoyo; una rama.

Ensimismado en meditación tenue pero intensa

Inmerso en pensamientos subrepticios

Viajaba a través de su conciencia

Tratando de hallar indicios.

¿Indicios?

Si, indicios.

Indicios de un ser maravilloso.

De altiva presencia

Gallarda lisura,

Mirada apacible y a la vez perversa

Aura inigualable,

Que al solo estar cerca

 Provoca premura.

Miraba hacia el cielo

Buscando evidencias.

Giraba su cuello con incertidumbre.

Bóveda celeste

Infinita e inmensa,

Suscitaba en el estrígido

Impotencia y pensamientos lúgubres.

Batía las alas con cierta rudeza

Se exasperaba en desmesura,

Rendido bajo la cabeza

Mientras musitaba – estoy perdiendo la cordura-.

Al borde de la fatiga

 Ya casi, sin fuerzas

En un último intento

Por no perder la cabeza,

Dirigió su visión al firmamento

Para buscar como aguja en un pajar

A aquel ángel, que al contemplar

Lo embelesa

Tanto que sus heridas se suelen curar.

Meditación momentánea

Trajo consigo alegría y destello en su máximo esplendor,

Se iluminaron las puertas de su alma

Surgía fuego de su corazón.

La causa

Encontró al protagonista de su mundo onírico en las nubes

Al ser celestial que le da luz y unción.

Polos opuestos

Mortal e inmortal

Se miraron

Se amaron con la visión

El búho sin pensarlo dos veces

Voló a su encuentro

¿Qué lo impulso?

La fuerza que todo lo puede

La fuerza

Del amor…

 

 

II

Y ahí yacían

En un lecho de cristales suspendidos,

Estela que dispersa toda luz visible

Consecuente con formas de difícil comprensión.

Se observaron y sonrieron

Sus miradas  intercambiaban pasión, alegría y deseo,

Atisbaban recíprocamente

A Morfeo

Quizá porque era consciente

De su oculta y fervorosa exaltación.

Se cubrieron con sus alas

Se lanzaron al vacio,

 Desplomaron en el fragoso terreno

Que separa al mundo de los santos y los impíos.

En compases de silencio

Sus almas Entonaron y bailaron,

Al ritmo del empíreo

De los astros y los nimbos.

Revoloteaban sin cesar

Sin rumbo fijo

Sin pesar.

A merced del viento

Se dejaban llevar,

Sinónimos de las hojas

Que en los Céfiros

Suelen navegar.

Sus esencias se fusionaron

Sus espíritus homogenizaron,

Dualidad natural y perfecta

Ínfima posibilidad ocurrió,

El nirvana se logro

El paraíso sus puertas abrió.

Éxtasis divino e incomprendido

Leyes, estatutos, códigos…

Todo

Absolutamente todo,

Estaba siendo fugaz y sagazmente

Infringido.

Tonadas fueron marcadas por sus cuerpos

Con pulcritud y perfección eterna,

Mientras sus entrañas plácidamente

Seguían el compas,

De aquella romanza etérea.

Solo sentir, solo mirar,

Nada de hablar.

Sonrisas, sonidos y  gestos Beatíficos

Acaecían como elixir,

Que otorga tranquilidad y pureza

En circunstancias de índole critico.

El lenguaje de los cuerpos

Se sucedía,

Empero

No imperaba.

Reinaba el lenguaje común y vital

Aquel  que nos descalabra,

Aquel al que solo la conciencia

Supera en poder

Aquel que todo el mundo cree hablar

Y casi nadie habla.

Lenguaje universal

Misterioso de origen y procedencia,

Lenguaje reciproco y dual

Que eleva y otorga libertad plena.

Génesis de los lenguajes

Energía pura que causa temblor,

Se apodera de nosotros

Disipa todo temor,

Causalidad del diseño

Energía que nos guía al supremo

Nos fortalece y aleja

 de toda represión.

Simplemente

Se comunicaban y unían

A través

Del Único de los lenguajes

El lenguaje

Del Amor.