Uratina

A tu atolondrada alma

A tu atolondrada alma, sin segundero ni

hora, sin color determinado y con tonos poco precisos.

Al ingenio que dejaste ir, las letras que 

cambiamos por café y todo el café que bebimos 

restándonos tiempo. 

A la hora que el reloj sin pilas daba, al miedo de

que el minutero se moviera mientras intentaba 

leer la hora; siempre retardada y con un minuto 

adicional que compensaba los segundos que

me robaba indiferente mientras contaba de

cinco en cinco.

Las horas que he robado, el tiempo ido y el que 

viene de regreso cada vez que la tierra termina 

su traslado, la luna desfasada y luego en fase, el

sol arriba, luego abajo, a veces distinto, a veces

brillante.

Tus palabras puestas en la mesa como una 

sopa que poco a poco se digiere y se olvida, el

tiempo que se va ahora, los segundos que 

avanzan y hacen oscuro el cielo.

Los que vienen ahora que hacen el día claro,

pero el tiempo siempre ido, contigo.