Entre el blanco brillar de la Luna,
con su dulce mecer de claveles,
afinar traté mi voz, mi canto...
¡mas sólo hubo poemas de amor!
Y así cuando la apacible Gula
llenó mi copa de cien placeres,
ofrecí el primer y postrer trago...
¡sólo quise poemas de amor!
Y a la dulce niña, que desnuda
quiso hacer que ardieran nuestras pieles,
le hice gozar de versos profanos...
¡pues sólo hubo poemas de amor!
Y siempre que la belleza pura
zozobre en un mirar inocente,
en cada cielo, sus tristes astros,
¡musitarán poemas de amor!
¡Oh vanidades de alta figura,
mi ánima atiende otros quehaceres!
Pues, aunque amor hubiese callado,
¡siempre oiría poemas de amor!