ferpessoa

A tus brazos.

Empecé mi ejercicio y retrocedí temporalmente hasta tu vientre,

cuando se reprodujo mi esencia

y se prolongó mi estancia.

A los años de añoranza,

con despojos de índoles cualesquiera.

 

Fui astilla de la guitarra de Primera,

pincel de Violeta

y aroma sin frontera.

Fui bordón de Silvio y cayo de pescador,

de la mano en Guevara

conduciendo al futuro prometedor.

 

Pasé por Bahía como viento negro,

de azules aires porteños, Buenos Aires,

Guaraní como manantial risueño.

Pasé por el Golfo como ventisca del Caribe,

desde La Habana hecho porcentaje de honor

y canciones de vida y esplendor.

 

Cristalicé arenas incaicas, gotas amazónicas,

playas atlánticas, pacíficas y caribeñas,

metros cúbicos fósiles de Bolivia,

Ecuador, México, Colombia y Venezuela.

Metalicé níquel y cobre chileno,

hierro y bauxita mineral

de Guayana y Minas Gerais.

 

Salí como último terrón que abrió el Canal por la fuerza,

el que opuso resistencia a la explosión petrolera,

la última hoja que cae en el Amazonas,

el último salto que secó Itaipú,

el humo del avión de cubana aún impune,

lo último descubierto del Perú.

 

Morí mil veces en asesinatos,

de Allende, Chalbaud, Torrijos,

de nuestros padres y nuestros hijos

que no acordaban con el imperio.

Morí en las células de sus manos,

del Ché, Roldós, Arbenz, Gaitán,

Romero, primos, hermanos,

Seres en extinción por criterios.

 

Viví golpes nefastos por ambiciones:

México, Guatemala, Honduras,

El Salvador, Panamá, Dominica,

Venezuela, Paraguay, Chile,

Nicaragua, Argentina, Granada,

Dictaduras transnacionales orquestadas.

 

Volé con las Ideas porteñas y de La Plata,

Ameghino, Ingenieros, Trincado, Korn.

Canté con los genios del Bossa,

Caetano, Joao, Chico y Tom.

Nací con lo grandes de Caracas,

Rodríguez, Bello, Vargas.

Los años del calendario de mi raza,

Que inició hace doscientos y no alcanza.

 

Tantos puños de los que fui espada,

En Junín, Ayacucho, Lima y a puerta cerrada.

Artigas, O’Higgins, San Martín,

Sucre, Miranda y Bolívar,

dieron la muestra de mi casta.

 

Con espirituales plumas alterné las épocas,

entre Paz y Neruda,

Gallegos y Morais,

Martí y Asturias,

Bosch y Mistral,

Córtazar y Cardenal,

Galeano y García Márquez.

 

Gracias a mis hermanos,

de la división llegué a África,

donde aprendí a ser lo que soy,

mañana, ayer y hoy.

 

Hasta volverme un espiral de luz

y viajar por el espacio,

viendo el rostro de mi madre,

al abrir los ojos:

volví a tus brazos.