Wellington Rigortmortiz

* Amada Mía

 

Amada mía de sutil aroma,

como brisa nocturna

refrescas el calor incandescente

de los inflamables latidos

de este corazón lejano,

como una hermosa y tierna ave

te posaste en mi balcón

refugiándote

de una lluvia implacable,

en la seguridad de mi guarida,

frente a la ventana

con los ojos cerrados,

escuchaba

el tronar de los relámpagos

y las gotas golpear

el pálido vidrio,

el duro asfalto,

pensando en el pasado,

meditando los errores,

imaginando aun

desde la miseria

de la crueldad vivida,

soñar con los anhelos

que sobrevivieron,

desear aun una paz

una libertad tan esquiva,

interrumpidos fueron

esos placebos para el alma,

con un cantico

tan agudo y pequeño,

mi temor a asustarte

me mantuvo firme en mi sitio,

mirándote fijamente,

entendiendo tu naturaleza,

admirando la belleza única,

mientras me acercaba,

no te estremecías,

solo cantabas en tu lenguaje,

lo entendí perfectamente

sin conocerlo, y  abrí

la puerta de cristal empañado,

te ofrecí mis manos

en las cuales

posaste tu frágil cuerpo,

allí, en la palma  de mis manos

te acurrucaste para aprovechar

el calor que yo no podía sentir,

hacia mi pecho te lleve

para que el agua

la cual empapaba

tu hermosa vestimenta,

se evaporara,

tu canto se tornó leve,

no sé cuántas horas pase

refugiándote en mi pecho,

anocheció y pudimos

contarnos con el alma

las historias de cada mundo

en el que habitamos,

de cada paraíso

he infierno recorrido,

alguna vez pude volar,

pero no lo recuerdo,

solo sé que en tierra firme

me quede para siempre,

tu puedes estar

entre estos dos mundos,

y tus historias

de cómo nos vemos

desde el firmamento,

me llenan de vida,

de un lugar lejano,

viajaste para llegar

a mi guarida

para ser Amada Mía,

en una mañana

de cálidas ráfagas de luz,

al mirar hacia el velador

que yace junto a la ventana,

no estabas, al voltear,

un hermoso rostro y figura

dormía junto a mi

apaciblemente,

desnudo me encontraba

al observarme,

y desnuda te sentí al mirar

tus piernas descubiertas,

entendí que mi imaginación

fue un sueño sobre mi realidad,

y te abrace como si fuera,

la última vez que te vería a mi lado,

y te amé en cuerpo y alma,

como si hoy fuera

mi último día de existencia,

Amada Mía…

Amada Mía…