anbel

¡Ay, mi niña!

En una habitación oscura

se colaba la luz por una ventanuca

la niña de puntillas deseaba alcanzarla

pero por más que se estiraba no lo lograba

¡Como deseo ser grande

para asomarme y ver la noche

con su cielo estrellado

y la luna plateada!

En un banco se subió

pero la ventana no alcanzó

se estiró y se estiró

pero su pequeño cuerpo

menudo y grácil ni la tocó.

De su blanca cara

la sonrisa desapareció

la noche tan cerca  la saludaba

y desde fuera una voz oyó

suave y acariciante la llamaba

 delicadamente le susurró

¡niña asómate a la ventana

acompáñame  que muy sola estoy

la noche se hace muy larga

en tu compañía pasará mejor

así pronto llegará el día

con mi amado sol

que aunque no lo veo

lo intuyo pues para mi

es su calor!…

Muy obstinada la niña

por todas partes miró

en un rincón unos libros muy gruesos había

sobre el banco los colocó

con cuidado de no estropearlos

uno encima de otro, sobre ellos

se encaramó…

Muy poquito le faltaba para alcanzar aquella voz

recordó los zapatos de tacón que su mamá tenía

con los que más de una vez jugó

rápidos fue a buscarlos

y  en sus pequeños pies los calzó

con cuidado con su tacones

sobre banco y libros se subió…

Por fin veía la noche

el cielo estrellado

y el origen de la voz…

La niña embobada

miraba a la luna

mientras  ésta la iluminaba

con sus rayos de plata

y con dulce voz le cantaba

¡Ay, mi niña, no te enamores

que el amor aunque dulce

también causa dolor

amor dulce y amargo

aquel que nace del corazón!

¡Ay mi niña acompáñame esta noche

que echo de menos a mi amor…

con el día le dirás que no lo olvido

que siento su calor…!