Los violines sonaban junto a los pájaros del olvido,
la flor del silencio broto en la oscuridad obsoleta.
Allí bajo unos ojos inquietos y asombrados se prendió una luz,
donde por un momento se ahuyentaron los fantasmas invisibles del tiempo.
La tinta mojaba tímidamente sus pies en un nido de serpientes,
donde en sus bocas dormían los sueños de una mujer.
Los débiles rayos de luz juegan con las persianas de abismo,
y se esparcen sobre el papel dibujando sus sinuosas sombras.
Dueña de la madrugada,
de las lágrimas insomnes que se lanzan a la nada,
del fugaz instante en donde ríe la vida.
que resucite mi alma en la poesía.
Pedro Fassi