juan carlos poema

Días de cinismo

Ellos lo anhelaron impetuosamente; hasta que lo obtuvieron. Lo amaron con vehemencia, lo auparon con acto solemne ¡ah, se deslastraron del hastío! El elegido se impregnó de pasiones infecciosas, sucumbió en la histeria; escudándose en historias ajenas y así concibió sus retoños y codiciosos herederos. Aquellos viejos amantes se dilataron y retrocedieron hasta odiarlo. Fueron hostigados; errantes y desterrados. La epidemia lo envolvió, dio sus últimos gritos. Los panegiristas lamentaron su partida, fue sepultado y suplantado, usurparon su fuerza; ahora; destruyen y escarnecen, hacen alarde de su perpetuidad. Se mofan, intacto está su vigor, no les inquieta la vorágine; hasta se hinchan de crueldad. Escuchan dolor y queja, eluden el hedor del finado, afinan su atrocidad, revisten sus celdas, agobiante es su senda. Al caer la tarde, se asoman por su balcón y hacia la gran ciudad fijan su mirada, tomando un aire profundo, suspiran consumando su superflua tarea, reposan agitados; no ven la hora de que llegue el amanecer y que el sol tome su lugar; para así proseguir su afanosa y amenazante jornada