Jorge Briceño

No soy yo, es usted

Te acercas, me tocas, me besas, me cuidas de la injuria; 

pero luego de un tiempo y sobre todo en mis tempestades, me huyes.

Entonces recuerdo, como la poesía no es de uno sino de quien lo hace inspirar,

allá te dejaré en el aire -ahora purificado por tu benevolencia- mis besos y mi loca sed, loca sed de tenerte.

Hasta que algún día –no muy lejano, quiero decir-,

te echo mi piel encima desde la lejanía de mi mente

a la cercanía de nuestras bocas.