Inexistente

Aquel cortejo.

La voz tímida apenas balbuceaba
ante la libre gaviota de los mares,
un manantial efímero de palabras
propulsó en la nada, y la oportunidad
del encuentro, con deseo fue encontrada.

Dos destinos se cruzaron por las nubes
bendiciendo labios que al amor cedieron,
moscos rondaron, que afán desvanecieron
sin consuelo, desandando sus cortejos.

¡Vaya el ruiseñor! y su anhelo, y su amor.
Y su victoria, fue más que un solo abrazo,
aquel comienzo con alas extendidas
albergó inmensa dicha en el abductor.

¿Si el ruiseñor hubiese obtenido un no?
¿Y qué haría... si es, que el ruiseñor soy yo?